F. P. | para
La República
Almóndiga,
crocodilo,
murciégalo,
toballa son
palabras registradas en el
Diccionario de
la lengua española. Sí, así como están escritas. Lo puede comprobar en la
versión en línea de la página web de la Real Academia Española (
www.rae.es).
Claro que esas entradas remiten a
albóndiga,
cocodrilo,
murciélago,
toalla, que
son las formas actualmente usadas y aceptadas como válidas.
Si se quiere entender por qué
almóndiga,
crocodilo,
murciégalo,
toballa están
incluidas en el
DRAE, hay que
entender primero la función del diccionario. El
DRAE “incluye, y así lo ha hecho desde su primera edición, los
vulgarismos, usos coloquiales, dialectales, arcaísmos, etc., más extendidos y
frecuentes, indicando su naturaleza”, explica Yolanda Gándara, en
un artículo publicado en Jot Down y que reproduce la página de la Fundación del
Español Urgente (Fundéu).
“Hay que tener en cuenta que, además de la normativa, el DRAE tiene una función descriptiva de la
lengua; es una herramienta para interpretarla y no puede contener únicamente
las palabras cultas. Su misión no es seleccionar las voces que se pueden decir,
sino registrar el uso que los hablantes hacen de ellas”, agrega.
Según Gándara, almóndiga, así
con m, aparece desde la primera
edición del Diccionario en 1726 y remite a la entrada albóndiga, que proviene del árabe hispánico albúnduqa, y este del árabe clásico bunduqah. El Diccionario
panhispánico de dudas (DPD)
indica que “no debe usarse la forma *almóndiga,
propia del habla popular de algunas zonas”.
Crocodilo es una variante
antigua y etimológica del latín crocodilus.
Gándara explica que “la raíz cro- se
mantiene en gallego, euskera, portugués, francés, inglés y alemán. En castellano
e italiano sufrió metátesis, siendo la forma ‘no culta’ la que triunfó en estas
dos lenguas. Crocodilo aparece en la
primera edición del Diccionario como forma aconsejada frente a cocodrilo”.
Murciégalo aparece en 1734 en
el Diccionario. Y toballa es una variante
arcaica de toalla, habitual en el español
antiguo, incluida en el Diccionario en 1739. Del mismo modo, el DRAE registra agora (ahora), un
adverbio de tiempo desusado; farina (harina), forma desusada; miraglo (milagro), nombre masculino desusado, y vagamundo (vagabundo), un
adjetivo usado más como vulgar.
Hay otros casos de palabras que pueden pronunciarse de dos maneras, sin
alterar su significado, y que a veces se cree erróneamente que una de ellas es
incorrecta: cantilena y cantinela son dos formas de designar la
‘repetición molesta e importuna de algo’; zaparrastroso
significa ‘harapiento’ y ‘zarrapastroso’,
y este: ‘desaseado, andrajoso, desaliñado y roto’.
Así también, puede decirse baqueano
y baquiano; descuajaringar y descuajeringar;
desparejo y disparejo; fláccido y flácido; mejunje y menjunje.
Siguiendo a Gándara, las adaptaciones gráficas al español de
extranjerismos, en particular de anglicismos, son todavía rechazadas, en la
creencia de que es “más moderno y avanzado” usar términos en inglés aun cuando
hay en el español palabras equivalentes, como cuando se dice pack en vez de lote, paquete o envase.
Usar tantas palabras inglesas es sobre todo una cuestión de prestigio,
opina Carmen Galán, catedrática de Lingüística de la Universidad de
Extremadura, en
Don Quijote era un friki,
un artículo publicado en
El País.
“Disfrazar con un ropaje extranjero los objetos y las acciones les
confiere un aura especial de la que carecen las cosas cotidianas”, afirma Galán
y tomándose el asunto con humor, agrega: “Los kilos de más se resuelven
rápidamente si se consume comida light, se practica jogging o footing o se
visita con regularidad un sport center donde se pueda ejercitar algo de body
fitness, gym-jazz o heavy dance, aunque el step que nos martiriza a golpe de
música de chiringuito no sea más que un vulgar escalón de plástico y la danza
del demonio no pase de una agitación frenética de carnes poco prietas”.
“Las adaptaciones gráficas no suponen un empobrecimiento de la lengua,
sino todo lo contrario, y hay miles de ejemplos que ni siquiera se perciben
como préstamos al estar plenamente integrados”, opina Gándara. Para comprobar
que esto es así, basta con mencionar los casos de ñoqui, que proviene del italiano gnocchi; jardín, del
francés jardin [yardán]; líder, del inglés leader; mitin, del inglés
meeting, y overol, del inglés overall.
Entonces no hay razón alguna para rechazar las formas en español de búmeran o bumerán (boomerang), frízer (freezer), ranquin (ranking), tuit (tweet), wiski (whisky).
Justamente, respecto de wiski,
Gándara señala que el DRAE registra
desde 1984 la adaptación güisqui, que
convive con el anglicismo puro whisky
y es la adaptación recomendada por el DPD
(2005).
Sin embargo, la nueva Ortografía de
la lengua española (2010) define como “más oportuno, por su mayor cercanía
al original”, emplear como adaptación de whisky
la forma wiski, “conservando la w y la k etimológicas, que forman hoy parte del abecedario español…”.
Y, si de curiosidades se trata, la RAE lanzará en 2014 la 23.ª edición
del Diccionario, cuyas modificaciones
y novedades sorprenderán tanto como todo lo que aún no hemos visto de las
ediciones anteriores. ¿Será este un diccionario más cool?
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