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16.8.13

La falsa regla de que el respeto se manifiesta con mayúscula


El papa Francisco, el día del inicio de su pontificado.  

 Muchos lectores cuestionan que papa se escriba con minúscula.
 Algunos creen que la mayúscula debe usarse por respeto al título o cargo.
 La ortografía y los manuales de estilo.

F. P. | para La República

A muchos les llama la atención que en el diario se escriba papa con minúscula inicial, cuando se habla de la máxima autoridad de la Iglesia católica y jefe del Vaticano. Sin embargo, eso es lo que establece la Ortografía de la lengua española (2010), en la página 470: los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos de cualquier rango (civiles, militares, religiosos, públicos, privados) “deben escribirse con minúscula inicial por su condición de nombres comunes, tanto si se trata de usos genéricos: El rey reina, pero no gobierna; El papa es la máxima jerarquía del catolicismo; El presidente de la república es un cargo electo”; como de “menciones referidas a una persona concreta: El papa visitará la India en su próximo viaje”.
Si se sigue la regla, sumo pontífice o santo padre, usados como sinónimos de papa, también deben escribirse en minúscula.
Algunos de los que censuran papa en minúscula opinan que convendría la mayúscula por respeto, como correspondería con otros títulos o cargos. Gran parte de la prensa local sigue ese criterio y usa Arzobispo, Gobernador, Intendente, Juez, Ministro, con la idea de que así se manifiesta veneración o consideración.
Otros creen que papa con minúscula inicial es un error porque podría inducir a confundir al pontífice con el tubérculo, como escribieron en la página de Facebook de La República. Si bien esta no es una argumentación seria, puede rebatirse con seriedad.
En primer lugar, la Real Academia Española (RAE) recomienda “acomodar a la norma general” la costumbre de escribir con mayúscula inicial los nombres que designan cargos o títulos de cierta categoría en textos jurídicos, administrativos y protocolares, y en los encabezamientos de las cartas dirigidas a las personas que los ocupan u ostentan, por razones de solemnidad y respeto.
Esto es que la minúscula en arzobispo, gobernador, intendente, juez y ministro no significa faltarles el respeto a quienes ocupan esos cargos ni ser desconsiderados con ellos, sino adecuar una costumbre de carácter burocrática y protocolar a la normativa ortográfica, que, como tal, debe abstenerse de consideraciones subjetivas.

La mayúscula de relevancia
En esa línea, la Ortografía de la lengua española (página 514) recomienda evitar o, al menos, restringir al máximo el empleo de la mayúscula de relevancia, denominación en la que agrupa a “todos aquellos usos más o menos tradicionales de la mayúscula inicial no justificados por ninguna de las funciones lingüísticas asignadas a la mayúscula en nuestro sistema ortográfico –delimitar enunciados, marcar los nombres propios o las expresiones denominativas (en oposición a los nombres comunes o las expresiones genéricas) y formas siglas– y que responden únicamente al deseo de poner de manifiesto la especial relevancia que quien escribe otorga al referente designado por la palabra así escrita”.
La mayúscula de relevancia “presenta dos facetas: una social, en la que la mayúscula pone de manifiesto la consideración o el respeto que socialmente se otorga al referente de ciertos términos, como los tratamientos o los títulos y cargos de especial dignidad o situados en los niveles más altos de la escala jerárquica (majestad, rey, papa, duque, presidente, ministro, etc.), y una subjetiva, en la que el que escribe aplica la mayúscula  a aquellos términos cuyos referentes considera sagrados o dignos de especial veneración, por razones religiosas o ideológicas. Por ello es frecuente que en textos de carácter religioso, político, militar, etc. se vean escritos con mayúscula inicial muchos términos que designan conceptos relevantes en eso ámbitos (sacramento, misa, eucaristía, nación, patria, bandera, etc.)”.
Dentro de la mayúscula de relevancia se inscribe un tipo de mayúscula que se podría denominar enfática, que “responde solamente al deseo de destacar en el texto escrito determinados conceptos que quien escribe desea subrayar por diferentes motivos, como el caso de naturaleza, historia, humanidad, fe, etc., cuando se usan con el sentido que se considera primigenio o más elevado o sublime”.
La Ortografía establece claramente: “Ninguna de estas mayúsculas de relevancia están justificadas desde el punto de vista lingüístico, ya que recaen sobre nombres apelativos o comunes, con independencia de la valoración social o personal asociada a sus referentes”. 
Los medios de comunicación, aun cuando abordan asuntos políticos, religiosos, judiciales, etc., no tienen por qué adherir a los usos particulares de esos ámbitos. Además, como dice la RAE, la mayoría de las veces “no hay consenso en el inventario de palabras que serían susceptibles de comenzar con mayúscula y, en consecuencia, se hace difícil la regularización ortográfica”.

La ortografía y los manuales de estilo
Ahora bien, ¿por qué entonces Presidente suele aparecer con mayúscula inicial cuando se omite el nombre de la que persona que ejerce el cargo?
El Diccionario panhispánico de dudas (DPD) dice que “es frecuente, aunque no obligatorio”, que los títulos, cargos y nombres de dignidad, como rey, papa, duque, presidente, ministro, etc., “se escriban con mayúscula cuando se emplean referidos a una persona concreta, sin mención expresa de su nombre propio: El Rey inaugurará la nueva biblioteca; El Papa visitará la India en su próximo viaje”.
El Manual de Estilo del diario madrileño El País, por ejemplo, sigue ese modelo. Establece el empleo de minúscula “en los nombres de cargos, salvo que se trate de dignidades de carácter único, y aun en este caso siempre que no precedan al nombre de su titular. Ejemplos: la Dirección General del Tesoro, pero el director general del Tesoro; el Papa, pero el papa Juan Pablo II; el Rey, pero el rey Juan Carlos I”.
Este es el criterio usado aún por la mayoría de los diarios: la mayúscula inicial cuando, en casos de dignidades de carácter único, se omite el nombre de su titular. El presidente de la Nación, el Presidente; la presidenta de la Nación, la Presidenta.

La homonimia
En segundo lugar, y para quienes creen que el jefe del Vaticano puede ser confundido con el tubérculo papa si no se usa la mayúscula diacrítica, hay que recordar que en el español existe la homonimia, esto es, una palabra que, siendo igual que otra en la forma, tiene distinta significación.
Dentro de esa categoría, están las palabras homófonas y las homógrafas. Las primeras se pronuncian igual pero se escriben de un modo diferente y tienen significados distintos, y las segundas difieren en su significado pero la grafía es idéntica.
Son homófonas abrazarse (estrechar con los brazos), abrasarse (quemarse); bacilo (bacteria), vacilo (del verbo vacilar); basto (tosco, grosero), vasto (amplio); cien (número), sien (frente).
Son homógrafas canto (del verbo cantar), canto (borde); copa (vaso con pie para beber), copa (parte de sombrero), copa (parte más alta del árbol), copa (del verbo copar).
De este modo, si se dice Hay tres copas en la mesa, nadie entenderá que son tres copas de árboles. Sería igual que confundir cerda (hembra del cerdo) con cerda (pelo de cepillo, de brocha, etc., de materia animal o artificial).
Por lo tanto, si se dice El papa viajará a la India, se entiende de quién se habla, independientemente de si el cargo se escribe o no con mayúscula inicial. Hay además dos obviedades que evitan la confusión:
  1. El tubérculo papa es un sustantivo femenino: la papa.
  2. La Iglesia católica no permite a las mujeres el sacerdocio, por lo que difícilmente se trate de una papa. En caso de existir, sería una papisa, como la papisa Juana, quien, según la fábula, desempeñó el pontificado entre León IV y Benedicto III. 

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