F. P. | para
La República
A muchos les llama la atención que en el diario se escriba
papa con minúscula inicial, cuando se
habla de la máxima autoridad de la Iglesia católica y jefe del Vaticano. Sin
embargo, eso es lo que establece la
Ortografía
de la lengua española (2010), en la página 470: los sustantivos que
designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos de cualquier rango
(civiles, militares, religiosos, públicos, privados) “deben escribirse con
minúscula inicial por su condición de nombres comunes, tanto si se trata de
usos genéricos:
El rey reina, pero no
gobierna;
El papa es la máxima
jerarquía del catolicismo;
El
presidente de la república es un cargo electo”; como de “menciones
referidas a una persona concreta:
El papa
visitará la India en su próximo viaje”.
Si se sigue la regla, sumo
pontífice o santo padre, usados
como sinónimos de papa, también deben
escribirse en minúscula.
Algunos de los que censuran papa
en minúscula opinan que convendría la mayúscula por respeto, como
correspondería con otros títulos o cargos. Gran parte de la prensa local sigue
ese criterio y usa Arzobispo, Gobernador, Intendente, Juez, Ministro, con la idea de que así se manifiesta
veneración o consideración.
Otros creen que papa con
minúscula inicial es un error porque podría inducir a confundir al pontífice
con el tubérculo, como escribieron en la página de Facebook de La República. Si
bien esta no es una argumentación seria, puede rebatirse con seriedad.
En primer lugar, la Real Academia Española (RAE) recomienda “acomodar a
la norma general” la costumbre de escribir con mayúscula inicial los nombres
que designan cargos o títulos de cierta categoría en textos jurídicos,
administrativos y protocolares, y en los encabezamientos de las cartas
dirigidas a las personas que los ocupan u ostentan, por razones de solemnidad y
respeto.
Esto es que la minúscula en arzobispo,
gobernador, intendente, juez y ministro no significa faltarles el
respeto a quienes ocupan esos cargos ni ser desconsiderados con ellos, sino
adecuar una costumbre de carácter burocrática y protocolar a la normativa ortográfica,
que, como tal, debe abstenerse de consideraciones subjetivas.
La mayúscula de
relevancia
En esa línea, la Ortografía de la
lengua española (página 514) recomienda evitar o, al menos, restringir al
máximo el empleo de la mayúscula de relevancia, denominación en la que agrupa a
“todos aquellos usos más o menos tradicionales de la mayúscula inicial no
justificados por ninguna de las funciones lingüísticas asignadas a la mayúscula
en nuestro sistema ortográfico –delimitar enunciados, marcar los nombres
propios o las expresiones denominativas (en oposición a los nombres comunes o
las expresiones genéricas) y formas siglas– y que responden únicamente al deseo
de poner de manifiesto la especial relevancia que quien escribe otorga al
referente designado por la palabra así escrita”.
La mayúscula de relevancia “presenta dos facetas: una social, en la que
la mayúscula pone de manifiesto la consideración o el respeto que socialmente
se otorga al referente de ciertos términos, como los tratamientos o los títulos
y cargos de especial dignidad o situados en los niveles más altos de la escala
jerárquica (majestad, rey, papa,
duque, presidente, ministro,
etc.), y una subjetiva, en la que el que escribe aplica la mayúscula a aquellos términos cuyos referentes considera
sagrados o dignos de especial veneración, por razones religiosas o ideológicas.
Por ello es frecuente que en textos de carácter religioso, político, militar,
etc. se vean escritos con mayúscula inicial muchos términos que designan
conceptos relevantes en eso ámbitos (sacramento,
misa, eucaristía, nación, patria, bandera, etc.)”.
Dentro de la mayúscula de relevancia se inscribe un tipo de mayúscula que
se podría denominar enfática, que “responde solamente al deseo de destacar en
el texto escrito determinados conceptos que quien escribe desea subrayar por
diferentes motivos, como el caso de naturaleza,
historia, humanidad, fe, etc.,
cuando se usan con el sentido que se considera primigenio o más elevado o
sublime”.
La Ortografía establece
claramente: “Ninguna de estas mayúsculas de relevancia están justificadas desde
el punto de vista lingüístico, ya que recaen sobre nombres apelativos o
comunes, con independencia de la valoración social o personal asociada a sus
referentes”.
Los medios de comunicación, aun cuando abordan asuntos políticos,
religiosos, judiciales, etc., no tienen por qué adherir a los usos particulares
de esos ámbitos. Además, como dice la RAE, la mayoría de las veces “no hay
consenso en el inventario de palabras que serían susceptibles de comenzar con
mayúscula y, en consecuencia, se hace difícil la regularización ortográfica”.
La ortografía y los
manuales de estilo
Ahora bien, ¿por qué entonces Presidente
suele aparecer con mayúscula inicial cuando se omite el nombre de la que
persona que ejerce el cargo?
El Diccionario panhispánico de
dudas (DPD) dice que “es
frecuente, aunque no obligatorio”, que los títulos, cargos y nombres de
dignidad, como rey, papa, duque, presidente, ministro, etc., “se escriban con mayúscula
cuando se emplean referidos a una persona concreta, sin mención expresa de su
nombre propio: El Rey inaugurará la nueva
biblioteca; El Papa visitará la India
en su próximo viaje”.
El Manual de Estilo del diario
madrileño El País, por ejemplo, sigue
ese modelo. Establece el empleo de minúscula “en los nombres de cargos, salvo
que se trate de dignidades de carácter único, y aun en este caso siempre que no
precedan al nombre de su titular. Ejemplos: la
Dirección General del Tesoro, pero el
director general del Tesoro; el Papa,
pero el papa Juan Pablo II; el Rey, pero el rey Juan Carlos I”.
Este es el criterio usado aún por la mayoría de los diarios: la mayúscula
inicial cuando, en casos de dignidades de carácter único, se omite el nombre de
su titular. El presidente de la Nación,
el Presidente; la presidenta de la Nación, la
Presidenta.
La homonimia
En segundo lugar, y para quienes creen que el jefe del Vaticano puede ser
confundido con el tubérculo papa si
no se usa la mayúscula diacrítica, hay que recordar que en el español existe la
homonimia, esto es, una palabra que,
siendo igual que otra en la forma, tiene distinta significación.
Dentro de esa categoría, están las palabras homófonas y las homógrafas.
Las primeras se pronuncian igual pero se escriben de un modo diferente y tienen
significados distintos, y las segundas difieren en su significado pero la
grafía es idéntica.
Son homófonas abrazarse
(estrechar con los brazos), abrasarse
(quemarse); bacilo (bacteria), vacilo (del verbo vacilar); basto (tosco, grosero), vasto (amplio); cien (número), sien
(frente).
Son homógrafas canto (del verbo
cantar), canto (borde); copa (vaso con pie para beber), copa (parte de sombrero), copa (parte más alta del árbol), copa (del verbo copar).
De este modo, si se dice Hay tres
copas en la mesa, nadie entenderá que son tres copas de árboles. Sería
igual que confundir cerda (hembra del
cerdo) con cerda (pelo de cepillo, de
brocha, etc., de materia animal o artificial).
Por lo tanto, si se dice El papa
viajará a la India, se entiende de quién se habla, independientemente de si
el cargo se escribe o no con mayúscula inicial. Hay además dos obviedades que
evitan la confusión:
- El tubérculo papa es un sustantivo femenino: la papa.
- La Iglesia católica no permite a las
mujeres el sacerdocio, por lo que difícilmente se trate de una papa. En caso de existir, sería
una papisa, como la papisa Juana,
quien, según la fábula, desempeñó el pontificado entre León IV y Benedicto
III.
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