Tortillera, el término con que se alude a las mujeres homosexuales, no viene de
tortillas ni del molde de madera o metal para hacerlas, sino de torta, vocablo con el que los romanos se
referían a la placenta. Así, tortillera “vendría a designar el gusto por el
sexo que tiene la capacidad de generar placenta”.
La investigadora de la Universidad
Complutense de Madrid Elena Beatriz Flores Gómez analizó el origen de insultos
homófobos como tortillera, sarasa, bujarrón, marimacho, marica y chapero, entre otros, durante la primera jornada del XVI Congreso
Internacional de la Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía e
Historia de la Lengua Española, en España
Según Flores Gómez, la palabra sarasa procede de zaraza, una pasta venenosa que se utilizaba antiguamente para matar
animales. “Es una metáfora de la ‘maldad’ de la homosexualidad, al igual que bujarrón, el primer insulto de este tipo
del que se tiene conocimiento. En 1607 ya lo utilizaba Quevedo y parece ser que
data de la época de las cruzadas y se adaptó a partir de la forma en que los
franceses se referían a los búlgaros y que se utilizaba como insulto, puesto
que se trataba de herejes”, explicó la investigadora.
En América, en particular en el Río de la
Plata, el término es bufarrón, que,
de acuerdo con la definición que da el Diccionario de americanismos, es
pederasta.
Flores tiene un trabajo titulado Los disfemismos en español: repaso y
etimología de la jerga gay-homófoba. Un disfemismo es el modo de decir que
consiste en nombrar una realidad con una expresión peyorativa o con intención
de rebajarla de categoría, en oposición a eufemismo.
La primera datación de la palabra tortillera con la acepción de lesbiana aparece
en el Corpus diacrónico del español (Corde) en Noel E. (1927) Las siete cucas: “En cuantito la vea...
Julita la Mica, la tortillera; y el macho de Pura Patiño... Y aquí tu doña
Demetria, tú, Águeda”. Y en el DRAE, en 1985.
En los glosarios de Toledo y del Escorial
de 1400 la palabra torta traduce a la
latina placentula, a la que se
consideraría un diminutivo latino de la palabra placenta. La etimología del término español se relaciona con la
acepción americana, pan sin levadura, según el DRAE. “De este modo podríamos
suponer que la palabra tortillera,
lejos de tener una relación con el hecho de hacer tortillas, está basada en un
proceso metonímico de relación o parte
(el sufijo -ero supone una inclusión o continente), que supone el gusto por el
sexo que tiene la capacidad de generar la placenta”, dice Flores Gómez.
En el caso de bujarrón, la primera documentación del Corde es de 1607, en Sueño del alguacil endemoniado, de
Quevedo y Villegas F. “Y al ffin an hecho entre nosotros sospechoso este nombre
de assientos, que como signiffican traseros, ni sauemos quando ablan a lo
negoçiante ni quando a lo bujarron. Honbre de èstos a ydo al ynffierno, que
biendo la leña y fuego que se gasta, a querido hazer estanco de la lunbre; y
otro quisso arrendar los tormentos, pareçiendole que ganaria en ellos mucho”.
En el Diccionario
de autoridades aparece en 1726, con la definición: ‘hombre vil e infame que
comete activamente el pecado nefando’. Flores dice que “la palabra aparece en
el año 1526 (no consta) y proviene del
latín bulgărus, nombre de los
búlgaros. Este se utilizaba como insulto
puesto que se trataban de herejes pertenecientes a la iglesia ortodoxa
griega”.
La primera datación de marica en el Corde es de Torres Naharro, B. (1517) Comedia
Seraphina: “Al demoño do el garçón qu’en topando con
la moça no s’aburre y la retoça como rocín garañón. Todas ellas quantas son
m’an dicho qu’esto les praze y al hombre que no lo haze lo tienen por maricón.
A la mi fe, el hombre atado llámole costal de paja, biva el zagal que trabaja de ser un poco
atestado”.
Según el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTTLE), la
primera aparición de la palabra maricón
se da en (1611) en Covarrubias, con la siguiente acepción: ‘el hombre afeminado
que se inclina a haze cosas de muger, que llaman por otro nombre Marimaricas;
como al contrario dezimos Marimacho la muger que tiene desmbolturas de hombre’.
Marica viene de Marimaricas, derivado de María, ‘nombre propio de la madre de
Jesús’. “Este se ve empleado en gran cantidad de compuestos y derivaciones
referentes a la mujer, lo que lo convierte en un nombre común. Esta
variabilidad se ve fundamentada en la semántica de los prototipos. En este caso,
la acepción de marica ‘hombre afeminado’
se deriva de un diminutivo del nombre propio a partir del sufijo -ica y un aumentativo del mismo con el
sufijo -on”, maricón, explica.
Marimacho, como ‘mujer que en su corpulencia o acciones parece un hombre”, se registra
en el Siglo de Oro, en Quevedo y Villegas F. (1620), en El entremés de la destreza. “Arojamiento
tienes de muchacho. Chillona Yo soy hombre y muger y
marimacho. Pitorra ¿Ynclinada a las armas?
Chillona Tanto quanto. ¿No as oýdo nombrar a la Chillona?”.
En cuanto a su definición, el primer
diccionario que recoge esta palabra es Covarrubias (1661), en el suplemento. “En él habla de esta palabra como
el nombre que el vulgo había querido poner a aquellas mujeres que la naturaleza
había hecho hombres en todo menos en el sexo”.
“Esta palabra es una composición de la
apócope del nombre propio María y la
palabra macho (de mascŭlus)
como referente masculino. La variante semántica hacia la jerga gay se hace
común debido a la intencionalidad misma de la composición de la palabra. Se
entiende que la mujer lesbiana tiene gustos varoniles y, por lo tanto, se
comporta como tal”, señala la autora.
Sarasa significa también ‘hombre afeminado’. La palabra proviene de la forma zarazas, ‘especie de ungüento o pasta
venenosa empleada para matar animales’;
esta, a su vez, viene de çeraza
y este, derivado de cera. Poco
después, y figuradamente, el nombre zarazas
en sus diversas variantes fue aplicado a las mujeres de mala vida y de ahí pasó
a homosexuales predominando la pronunciación seseante.
Chapero, ‘homosexual masculino que ejerce la prostitución’, está datado en el Corpus de referencia del español actual
(CREA) en Martín Vigil J. M. (1985), En
defensa propia:
“Pues hay quien se busca así la vida y le
va de puta madre.
–¿Poniendo el culo? ¡No me jodas!
El Loco, que había escuchado mientras
tallaba a punta de navaja una madera, dijo aquí:
–Jo, tío, según cómo lo paguen, que todo
tiene un precio.
Raúl le miró incrédulo.
–¿Irías tú de chapero?”.
Entre los posibles orígenes, está la
relación entre chapar, ‘cerrar’, y el
verbo francés se clapir, cuya
significación es ‘acurrucarse (el conejo en la madriguera)’. Esta definición
tiene cercanía a verbos como reclaparse,
del valenciano que se aplica a las liebres que se acurrucan en los huecos por
falta de madriguera o la forma aclaparse,
de otras hablas catalanas.
“De esta forma no sería descabellado pensar
en un proceso de metaforización por el cual se asemeje al chapero con ese conejo que se acurruca en los rincones, puesto que
se da por hecho que la profesión de la prostitución no se ejerce a la vista de
todos, además de que podría sobrentenderse esa ausencia de madriguera como la
búsqueda de un amor irreal basado en el deseo, como es el de la prostitución”,
reflexiona Flores Gómez.
Con este estudio de disfemismos, “lo único
que se ha intentado es buscar la explicación a lo que de por sí es
inexplicable, procurando, de la mejor
manera posible, dar luz a lo que hasta ayer fue un mundo escondido”, explica
Flores Gómez sobre el objetivo de su trabajo. Algo así como sacar a la lengua
del armario.
Gracias por darle visibilidad a mi trabajo.Un saludo.
ResponderEliminarGracias por darle visibilidad a mi trabajo.Un saludo.
ResponderEliminarUn placer. Saludos
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