Escrache fue
elegida como
la palabra de 2013 por parte de la Fundación del Español Urgente
(Fundéu), en función de las
recomendaciones diarias de la entidad o de las respuestas a las consultas
recibidas durante el año pasado. Se trata de un término importado de la
Argentina que irrumpió en España con la crisis, en particular con los desalojos
(desahucios), como se señala en
una nota de este blog.
Los editores del Diccionario
de Oxford eligieron la palabra selfie,
el retrato de uno mismo, generalmente con un teléfono o una cámara web, como el
vocablo del año. Selfie ganó a otras
palabras de moda en 2013, como twerk,
en referencia a la danza de una manera sexualmente provocativa popularizada por
la cantante Miley Cyrus en los MTV Video Music Awards de agosto pasado.
La alternativa más adecuada en español al término selfie es autofoto, según declara la Fundéu, que también incluyó la
adaptación del anglicismo entre las candidatas a ser palabra del año. La autofoto de Obama durante la celebración
del funeral de Nelson Mandela es uno de los últimos ejemplos más claros que ha
supuesto la popularización de este término.
Ahora bien, ¿qué palabra hubiese sido elegida en
Argentina? En principio, hay que tener en cuenta qué factores fueron los
decisivos en la elección en cada caso. La Fundéu buscó una palabra que “tuviera
cierto interés desde el punto de vista lingüístico, bien por su origen o por
cómo está formada, y que haya estado en el primer plano de la actualidad en los
últimos meses”, explicó su director general, Joaquín Muller. Selfie surgió sobre la base del aumento
de un 17.000% en su uso en un año, según los editores del Diccionario de Oxford. Y La
Vanguardia recurrió a un proceso simple: cada redactor del diario propuso
las palabras, a su juicio, más significativas del año en las dos lenguas,
español y catalán.
Sobre esa base, es fácil llegar a un resultado. La prensa
argentina abordó el tema el año pasado como nunca antes, en especial el porteño
Página/12, debido a la cantidad de
casos de violencia de género que salieron a la luz. En Corrientes, sin ir más
lejos, hubo uno que provocó una gran conmoción: el caso de Elizabeth Verón, que
agonizó durante días tras haber sido golpeada por su esposo.
La palabra es feminicidio.
Esta forma, distinta de femicidio, es
la recomendada por la Fundéu y las leyes de varios países y las resoluciones de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que definen feminicidio como el ‘homicidio de mujer por razones de género’.
A través de Twitter (@RAEconsultas), la Real Academia
Española (RAE) anunció que la palabra está incluida en la nueva edición del DRAE,
la 23.ª, que saldrá este año.
Al igual que en otros casos, aquí el sufijo –cidio significa ‘acción de matar’, como
en filicidio (‘muerte dada por un
padre o una madre a su propio hijo’), suicidio
(‘acción y efecto de suicidarse’), homicidio
(‘muerte causada a una persona por otra’) y, de igual modo, matricidio (‘acción de matar a la propia
madre’), parricidio (‘muerte dada a
un pariente próximo, especialmente al padre o la madre’), fratricidio (‘muerte dada por alguien a su propio hermano’).
Es decir que el femicidio
es la acción de dar muerte a una mujer, independientemente de que el autor sea
un hombre y sin destacar las relaciones de género ni la violencia machista ni
las acciones u omisiones del Estado.
En cambio, el feminicidio
designa el asesinato de una mujer por su condición de género, es decir tomando
en cuenta todos los elementos de la relación inequitativa entre los sexos: la
superioridad genérica del hombre frente a la subordinación genérica de la
mujer, la misoginia, el control y el sexismo, y la inacción del Estado.
En el ámbito jurídico, las cosas se complican. En la
Argentina, a fines de 2012, el Congreso aprobó una ley que castiga con perpetua
los crímenes considerados de género, que incluye a mujeres y transexuales. Se
la conoce como ley de femicidio.
El término femicidio
está relacionado con Gendercide o genericidio, que fue utilizado por Mary
Anne Warren en 1985, en su obra Gendercide:
The Implications of Sex Selection, un neologismo que se refiere a la
matanza sistemática de los miembros de un determinado sexo.
Diana Russell, en una conferencia en Bruselas, en 1976,
definió el femicidio como ‘el
asesinato de mujeres realizado por hombres motivado por odio, desprecio, placer
o un sentido de propiedad de las mujeres’, y más tarde, en 1992, junto a Hill
Radford, como ‘el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres’.
Marcela Lagarde, autora de Una mirada feminista en el umbral del milenio (Universidad Nacional
de Costa Rica), dice que hay feminicidio
cuando concurren, “de manera criminal, el silencio, la omisión, la negligencia y la colusión de autoridades
encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes. Hay feminicidio cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no
crea condiciones de seguridad para sus vidas en la comunidad, en la casa, ni en
los espacios de trabajo de tránsito o de esparcimiento. Más aún, cuando las autoridades
no realizan con eficiencia sus funciones”.
Lagarde distingue el feminicidio íntimo del feminicidio público.
El primero se refiere a las muertes de mujeres que ocurren en el ámbito privado
provocadas por parejas, exparejas, convivientes o compañeros íntimos y se asocian
a antecedentes de violencia doméstica, es decir, aquellos homicidios basados en
relaciones de poder entre hombres y mujeres y, por lo tanto, se pueden
prevenir. Y el segundo, que puede darse luego de la violación de una mujer por
parte de un extraño, el asesinato de una trabajadora sexual a manos de un
cliente, la muerte de mujeres en conflictos armados o contextos de represión
militar o policial.
Asimismo, es posible identificar el
feminicidio masivo, por
el que se entiende la muerte masiva de mujeres, niñas y adolescentes, resultado
de conductas de poder y dominación, cuyos efectos operan como mecanismo de control
social de las mujeres para mantener el
statu quo patriarcal.
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