▪ ¿De dónde viene la expresión “poner los cuernos”? La filóloga Héloïse Guerrier se propuso el reto de develar el origen de frases hechas y populares.
14.6.14
Un glosario hecho a puro huevo
▪ ¿De dónde viene la expresión “poner los cuernos”? La filóloga Héloïse Guerrier se propuso el reto de develar el origen de frases hechas y populares.
La filóloga Héloïse Guerrier (Francia, 1981) se planteó el
reto metalingüístico de descubrir el origen de expresiones populares formadas
con palabras y términos sencillos, entre el surrealismo y lo escatológico, y
cuyo significado real no tiene nada que ver con lo enunciado.
Guerrier le propuso a la editorial Astiberri, en la que
trabaja, la idea de este glosario ilustrado. Se llama Con dos huevos y lleva en la portada a un Miguel de Cervantes que
sujeta en su mano derecha dos huevos de gallina a la altura de los genitales.
Los dibujos son del español David Sánchez, premio al autor revelación del Salón
del Cómic de Barcelona en 2012, con su obra Tú
me has matado.
La autora investigó en diccionarios de dichos, frases
hechas y populares (como los de Buitrago, Celdrán o Seco), buceó por Internet y
comprobó que detrás de cada una de esas expresiones “había mucha miga”, más de
lo que pensaba, cuenta en una entrevista con la agencia española EFE, que reproduce la Fundación del Español Urgente (Fúndeu).
“En la Facultad no te enseñan las expresiones de este
tipo que se usan en la calle, y las españolas son muy gráficas: ‘cagarse en la
leche’, ‘montar un pollo’, ‘que te folle un pez’… Yo me las apuntaba porque si
te paras a pensar en ellas son verdaderamente perturbadoras”, explica Guerrier,
que estudió filología hispánica en la Sorbona.
Por ejemplo, “poner los cuernos”, que alude a la
infidelidad matrimonial, es una frase que se remonta, según algunas fuentes, a
la Edad Media, cuando el señor feudal ponía en práctica el derecho de pernada (de
yacer con la esposa de un vasallo en su noche de bodas) y se colocaba una
cornamenta de ciervo.
“Montar un pollo” viene de la palabra poyo, un banco de piedra arrimado a la
pared junto a la puerta de las casas de los pueblos. Así de llamaba en el siglo
XIX al podio en la que los oradores pronunciaban sus discursos en las plazas y
que solían terminar en polémicas y encendidas discusiones.
Guerrier encontró que muchas expresiones utilizaban
palabras vinculadas a la comida y el sexo, como “echar un polvo”, que, tal como
lo define el DRAE, alude al coito. Las hipótesis sobre su origen van desde la
expresión a la fórmula litúrgica “Recuerda hombre, que eres polvo, y que al
polvo regresarás” –que se popularizó en “Polvo somos, del polvo venimos y en
polvo nos convertiremos”–, pasando por el hábito de consumir rapé (polvo de
tabaco), una costumbre entre los nobles españoles que incluía quizá el sexo,
hasta el polvo que levantan algunas aves, como los gallos, cuando copulan.
Según Guerrier, el origen de la expresión “dar el coñazo”
no tiene nada que ver con la vagina –el coño,
como se la llama en España– sino con el término latino conatus (esfuerzo), relativo a la persistencia empleada en
conseguir algo.
Del mismo modo, como en Para no quedar en pelotas, publicado en este blog, el origen de la
expresión “quedar en pelota” no tiene que ver con los testículos, sino con pellote, que en la Edad Media era el
equivalente de los calzoncillos. Sin embargo, la expresión derivó en “quedar en
bolas”, como se usa en la Argentina, justamente por asociar pelota con los genitales masculinos.
Esto quizá tenga que ver con ese machismo residual que
subiste en la lengua, por el cual los genitales masculinos –en sus distintas
formas de mencionarlo– aluden la mayoría de las veces a algo positivo, y los
femeninos –en sus distintas formas de mencionarlo–, a algo negativo.
De hecho, coño,
según el Diccionario, es también una interjección malsonante que se usa ‘para
expresar diversos estados de ánimo, especialmente extrañeza o enfado’. En
contraposición, los huevos, en
alusión a los testículos, se equiparan al esfuerzo, como en “a puro huevo”.
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