▪ Estulticia, cultipicaña, clinero, vagido... Aunque no nos suenen familiares, son algunos de los 500 términos que Miguel Sosa recopiló tras haberse tropezado de niño con ínclito y ubérrimo. Lo que se escribe en la prensa.
“Ínclitas razas ubérrimas”, escribe Rubén Darío al
comienzo de su Salutación del optimista.
Miguel Sosa era un niño cuando se encontró con este primer verso y solo
entendió la palabra razas. La curiosidad lo llevó a buscar en el diccionario el
significado de ínclitas y ubérrimas y desde ese momento ya no se separó de él,
cuenta Alejandra Elorza, en el diario español El Mundo.
Miguel Sosa es el autor de El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto, “un
pequeño paso a favor de la lectura y un gran paso en contra de la estulticia”,
en palabras del autor.
Hay 500 palabras ejemplificadas con citas literarias de
más de 200 autores y doce premios Nobel, 500 palabras que conocía y que reunió
a partir de los vocablos que cada mañana mandaba al grupo de whatsapp de sus
amigos.
Su palabra preferida es vagido, el llanto de un bebé, pero también le gusta evanescente, como la condición del ser
humano. La que más fea le parece es clinero,
persona que vende por la calle pañuelos de papel. El término viene de una
marca, Kleenex (clínex), que, como
Curitas, devino en sustantivo común y sustituyó prácticamente a apósito.
Aunque pasagonzalo,
golpe pequeño dado con la mano y, particularmente, en las narices, admite que tiene su guasa. Cederrón le suena horrible, y no es más que la castellanización de
CD-ROM. También hay significados que le parecen inadmisibles, como el de periquear, dicho de una mujer que
disfruta ‘de excesiva libertad’. “¿Excesiva libertad? Eso no existe, lo que
existe es la privación de libertad”, reivindica.
“Estamos perdiendo la curiosidad. Ahora, cuando digo una
palabra poco común, rara vez me preguntan por su significado y cuando lo hacen
me dicen: ¡Qué pedante! ¿Tu ignorancia es mi pedantería?”, se pregunta Sosa.
Cervantes en el Quijote
empleó casi 23.000 palabras diferentes. Hoy un ciudadano medio utiliza unas
5.000. “Es muy difícil encontrar el término uxoricida
en un medio de comunicación y, por desgracia, más de 50 veces al año es
noticia. Es un hombre que mata a su mujer. No usar esa palabra nos empobrece.
Si reducimos nuestro vocabulario se empobrece nuestro pensamiento y, en
consecuencia, somos menos críticos”, cuenta con desazón Sosa. Ahora, se usa femicidio o feminicidio, según recoge el Diccionario de la RAE.
“Hay una drástica y dramática reducción del vocabulario”,
continúa el autor de esa obra cultipicaña,
que cree que la mejor reserva del español está en Latinoamérica.
Sobre las redes sociales, señala: “Hay faltas de
ortografía en Internet con las que te sangran los ojos, pero el lenguaje lo
descuida el usuario y no la plataforma”. Y cree que la limitación de espacio en
Twitter (140 caracteres) “no potencia la despreocupación por el lenguaje sino
la capacidad de síntesis. La economía del lenguaje es una de las bellezas del
idioma”.
Y si descuidos se habla, la prensa no deja de sorprender.
Algunos de ejemplos de portales de noticias de estas tierras: Lifting.
Distracción.
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